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Gonzalo Villar - 11 Marzo 2020

Coronavirus: individuo, sociedad y empresa

Es la noticia perfecta. Hay mucha inquietud y miedo. Pero debemos analizar nuestro papel como individuos dentro de un grupo, y ver esta crisis como una oportunidad de mejora.

Vivo en La Rioja.

Hoy mis hijos están en casa. No tengo muy claro cómo nos vamos a organizar para pasar las próximas 2 semanas, que intuyo serán algunas más.

Sobrevuela cierto ambiente de inquietud, algo de miedo, quizá. Nos enfrentamos a algo que desconocemos, que no podemos controlar, y eso a nadie le gusta.

Pero estoy tranquilo.

Escribo estas líneas para compartir mis reflexiones acerca de lo que está pasando, buscando un aprendizaje, una oportunidad de mejora: siempre la hay. Voy a tratar de hilar mis pensamientos y llegar a algunas conclusiones, aunque no es fácil.

No estoy preocupado por mí y mi familia. Las informaciones que llegan son muy claras: una persona joven y sana no tiene, a priori, que preocuparse. Lo más normal es que sea una enfermedad leve que pase como una gripe o un catarro fuerte. Sí, nos llegan whatsapp con audios de mil fuentes diciendo mil cosas distintas, pero basémonos en la información oficial, por favor.

Esto no es un problema de individuos, es un problema de la sociedad. Es la sociedad la que está enferma y no los individuos. Por esta razón el problema es tan complicado.

Ha llegado uno de esos momentos en los que nos tenemos que unir, pensar como grupo, independientemente de nuestras ideas o creencias. Las normas que se han impuesto están para proteger a la sociedad, ya que algunos grupos son críticos: las personas mayores y el personal sanitario. Los primeros, por su debilidad ante el virus, los segundos, porque son imprescindibles para cuidarnos a todos.

¿Tenemos cultura de sociedad?

Esta es la verdadera cuestión. Si vamos a ser capaces de pensar en grande, ante algo que nos trasciende como personas. Es nuestra responsabilidad cumplir con las normas que se han impuesto, ya que nuestra irresponsabilidad puede significar el contagio de alguien vulnerable, o necesario para todos.

Llevo tiempo observando cómo poco a poco, nos estamos olvidando de los demás. El ser humano es un ser social, empático por naturaleza, que necesita de los demás para vivir. Las nuevas tecnologías, la globalización, todo nos está llevando a una individualidad llevada al extremo, perniciosa, que nos está haciendo daño como sociedad.

Y esto se puede trasladar a las empresas. Una empresa es una pequeña sociedad, con sus normas, sus leyes, sus grandezas y sus debilidades.

Ha llegado el momento de que todos, individuos, empresas, administración, por una vez, vayamos en la misma dirección. Debemos analizarnos y actuar pensando en el bien común. Y esto incluye cumplir con las restricciones impuestas, y mantener la calma.

El papel de las empresas

Hace años que algunos puestos pueden ejercerse desde casa. Tecnológicamente es absolutamente trivial, pero hay una gran falta de conocimiento por parte de una gran parte de la población. Es responsabilidad nuestra, como individuos, conocer estos medios y estar familiarizados con ellos y es responsabilidad de las empresas facilitar la posibilidad de hacerlo y formar a sus empleados.

Y aquí entra en juego un concepto fundamental: la confianza.

En muchos lugares no se facilita el teletrabajo porque existe la creencia, muy arraigada en algunos casos, de que los trabajadores no van a hacer bien su trabajo si no están presentes en la oficina. No es verdad, por lo menos en la inmensa mayoría de los casos.

Por eso es tan importante crear un ambiente de trabajo basado en la confianza, la comunicación fluida y la tecnología, inteligentemente utilizada.

No pretendo hacer un post comercial, pero veo con meridiana claridad cómo algunas empresas están más preparadas que otras para encarar esta crisis. Y lo están porque han emprendido acciones hacia la mejora continua y la digitalización, pero sin olvidar lo más importante: a las personas.

Yo mismo puedo realizar mi trabajo desde casa y estar en permanente contacto con mi equipo, sabiendo quién hace qué en cada momento, solo con mirar a mi tablero Kanban.

Ante todo, somos personas, antes que trabajadores. Si vemos a los trabajadores como personas, con sus preocupaciones, sus circunstancias, y por supuesto, sus cualidades y responsabilidades, seremos capaces de superar las crisis y garantizar la supervivencia de las empresas.

El papel del individuo

Pero podemos verlo de otra perspectiva. Como personas individuales, debemos pensar en un bien mayor, en la sociedad, nuestra sociedad, y esto se traslada igualmente a nuestra empresa. En ocasiones se toman medidas difíciles, traumáticas, que no nos gustan. Pero debemos intentar entenderlas y sobre todo, cumplirlas, ya que nuestras acciones como individuos tienen un impacto en el grupo.

El fenómeno de la afluencia masiva a los supermercados es un claro ejemplo del individualismo por encima del concepto de grupo. No es lógico hacer acopio de comida como si estuviésemos en guerra. Primero, porque está injustificado. Segundo, porque facilita el contagio. Y tercero, porque acudir a comprar en masa sin necesitarlo puede perjudicar a personas que no lo tienen tan fácil, como personas con movilidad reducida.

Mantengamos la calma, cumplamos con nuestra responsabilidad como individuos y, por una vez, pongámonos en lugar de los que nos gobiernan, sin críticas ni juicios: todos a una. Como una gran maquinaria bien engrasada, como una empresa con unos objetivos meridianamente claros.